
Tres Películas Queer de los 80s y 90s que Tienes que Ver
El cine queer de los 80s y 90s fue mucho más que entretenimiento: fue resistencia, visibilidad y, en muchos casos, el primer contacto que el gran público tuvo con historias LGBTQ+. En una época marcada por el conservadurismo, la crisis del VIH y la invisibilidad mediática, estas películas se atrevieron a hablar de identidades y realidades que el mainstream prefería ocultar. La selección que leerás a continuación incluye tres obras distintas en género y estilo, pero unidas por un mismo impacto: todas ayudaron a abrir caminos para la representación queer en el cine y siguen siendo relevantes hasta hoy.

1. My Own Private Idaho (1991)
Dirigida por Gus Van Sant, esta película es un referente del cine queer independiente. Protagonizada por River Phoenix y Keanu Reeves, sigue la vida de dos jóvenes que sobreviven en la marginalidad, explorando la prostitución masculina, la amistad y el amor imposible. La actuación de Phoenix como un chico narcoléptico y vulnerable es considerada una de las más memorables de su carrera. Más allá de su valor artístico, la película es un retrato crudo y poético de la búsqueda de identidad y pertenencia en un mundo hostil, adelantándose a muchas discusiones sobre diversidad y sexualidad que hoy son más visibles.

2. Paris is Burning (1990)
Este documental de Jennie Livingston es una ventana imprescindible a la cultura ballroom de Nueva York en los años 80. Con personajes icónicos como Pepper LaBeija, Venus Xtravaganza y Dorian Corey, la cinta retrata las competencias de voguing, los “houses” y la lucha de la comunidad trans, drag y queer afroamericana y latina en medio de un contexto de pobreza, racismo y VIH. Es una pieza histórica que inspiró a generaciones posteriores, desde RuPaul’s Drag Race hasta el mainstream de la moda y la música pop. Ver Paris is Burning es viajar a los orígenes de una cultura que hoy es global, pero que nació en la resistencia.

3. The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994)
Un clásico absoluto que mezcla humor, música y un poderoso mensaje de visibilidad. La historia de tres artistas drag y trans que viajan por el desierto australiano en un viejo autobús llamado Priscilla es una explosión de colores, lentejuelas y resiliencia. Ganadora del Oscar a Mejor Vestuario, la cinta es mucho más que un show de plumas: es un retrato de la soledad, el prejuicio y la amistad en un mundo que todavía no estaba preparado para recibir con los brazos abiertos a la diversidad. A 30 años de su estreno, sigue siendo un estandarte queer y un homenaje a la valentía de quienes vivieron a contracorriente.